Liderazgo femenino, igualdad y conciliación en tiempos de crisis
Por Ana Bujaldón. Presidenta de la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (FEDEPE)
Hace unas semanas, cuando comenzó el estado de alarma y tuvimos que confinarnos en nuestras casas, vi en redes sociales una publicación con la que muchas mujeres podríamos identificarnos y que además de hacerme sonreír me hizo reflexionar mucho. Se trataba de una nota en la que una mujer alertaba de que estaba en una reunión online en casa, y daba instrucciones a sus hijos ante posibles problemas y preguntas que pudieran plantearse durante ese tiempo de teletrabajo. Es solo una parodia de cómo ha sacudido esta crisis sin precedentes nuestra vida familiar y profesional.
Muchas de las imágenes que nos deja esta pandemia están en buena parte protagonizadas por mujeres: hemos visto a las doctoras y enfermeras en los hospitales; a las cuidadoras en las residencias; a las cajeras en los supermercados; a las limpiadoras; a las investigadoras en los laboratorios…
Las mujeres hemos estado como siempre al pie del cañón. Trabajando. Esta vez con mayor sobrecarga porque hemos trasladado la oficina a casa, y al mismo tiempo que teletrabajábamos, cuidábamos de nuestros hijos y nos ocupábamos de las tareas domésticas.
Los estudios elaborados durante el tiempo de confinamiento indican que el estrés entre las mujeres ha alcanzado niveles máximos y que nosotras nos hemos ocupado del 61% de las tareas domésticas y los cuidados y los hombres del 39% restante. ¿Hemos avanzado en corresponsabilidad? Claramente no. ¿Y en conciliación? Tampoco.
Tras el confinamiento, se ha abierto un debate que llevamos posponiendo mucho tiempo sobre el sistema de cuidados y el teletrabajo. Ahora, estamos en una situación que hace inevitable y urgente evaluar las consecuencias que las nuevas necesidades de la sociedad y la nueva forma de trabajar están teniendo ya sobre la vida de las mujeres. Sin perder más tiempo, tenemos que ponernos manos a la obra para diseñar el nuevo mercado de trabajo y valorar cómo queremos vivir y trabajar en igualdad de condiciones.
Expertos como la socióloga María Ángeles Durán han advertido que si con anterioridad a la crisis, el 78% de las mujeres se ocupaban de atender a otra persona en nuestro país, ahora, con menos recursos públicos y privados, vamos a sufrir previsiblemente un retroceso. Porque hay más mujeres con trabajos precarios; más mujeres en desempleo; más mujeres dispuestas a renunciar a sus carreras para cuidar a sus hijos y padres.
Por eso, es de vital importancia que las administraciones públicas tomen conciencia de la gravedad de la situación y conviertan el riesgo de retroceso en una oportunidad para redistribuir el trabajo e igualarnos a todos. Sin duda estamos en un momento de catarsis, con la mayor oportunidad de las últimas décadas para mejorar nuestro presente y futuro inmediato.
En ese necesario rediseño de nuestra sociedad, hay que escuchar la voz de las mujeres. Nosotras tenemos que estar en los foros y equipos que deciden cómo va a ser nuestro mundo ahora, tras una pandemia que ha puesto en jaque un modelo de producción y de consumo, en definitiva, una forma de vivir.
Las mujeres tenemos que liderar la sociedad post COVID-19. Esta crisis nos está enseñando muchas cosas, entre ellas que los países dirigidos por mujeres han reaccionado mejor frente a la pandemia. Ha ocurrido en países como Alemania, Islandia, Noruega, Taiwán o Nueva Zelanda. Las mujeres han demostrado que se pueden hacer las cosas de otra manera, con previsión, creatividad, responsabilidad y empatía.
También aquí tenemos una oportunidad de mejorar, reconociendo la gestión de las mujeres al frente de gobiernos y empresas, y fomentando el acceso de muchas mujeres más a puestos de decisión. El liderazgo inclusivo, femenino, será sin duda una de las claves de la nueva realidad.
A pesar de la difícil etapa que estamos viviendo, soy positiva y veo oportunidades frente a las amenazas reales de retroceso en materia económica y social.
Quiero pensar que vamos a ser capaces de aprender todo lo que esta crisis nos está enseñando: que la solidaridad salva vidas; que la salud y los cuidados son los cimientos de nuestra sociedad y tenemos que valorarlos y potenciarlos; que necesitamos un tejido industrial fuerte; que tenemos que reinventarnos en sectores, por cierto, muy feminizados, como el comercio, los servicios o el turismo; que hay que regular el teletrabajo y avanzar en flexibilidad y conciliación; que de esta crisis solo saldremos todos juntos, hombres y mujeres, de uno y otro signo político.
En estos momentos, lo que más me preocupa son los elevados datos de desempleo y precariedad laboral y el riesgo de pobreza en el que se encuentran miles de familias españolas, muchas de ellas hogares monoparentales con una mujer al frente. Me preocupa también que esta crisis incremente las jornadas reducidas o las excedencias entre las mujeres, y que perdamos espacio e influencia en las empresas. También que las pequeñas y medianas empresas, muchas lideradas por mujeres, no obtengan la liquidez y el apoyo necesario para superar la crisis y desaparezcan definitivamente del mapa empresarial español.
Las soluciones a nuestros problemas deben hacerse con perspectiva de género para evitar que en unos meses perdamos décadas de avances en igualdad.
Ser mejores como sociedad implica proteger los derechos de las mujeres, potenciando nuestro acceso al mercado laboral y al tejido empresarial y garantizando nuestra presencia allí donde se está decidiendo qué y cómo se va a cambiar.
Hoy, la sociedad es más consciente de todo lo que las mujeres hacemos por nuestras familias y empresas. La respuesta no puede ser desalojarnos del mercado laboral y de los círculos de decisión, sino más bien todo lo contrario: promover nuestra presencia y mejorar las condiciones económicas de las mujeres. Los estudios demuestran que cuando la vida de las mujeres mejora y tienen en sus manos capacidad económica y poder de decisión, la sociedad en su conjunto avanza y muchos problemas de la humanidad se resuelven.
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[…] El liderazgo femenino en las empresas se ha visto duramente afectado tras las duras medidas económicas que se han tomado producto del COVID-19. El confinamiento ha acentuado el cansancio producto de las responsabilidades: son madres, practican teletrabajo, y se encargan del 61% de las tareas domésticas. […]
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